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Esparreguera (Barcelona), Cataluña, Spain

martes, 28 de octubre de 2008

Los Presidios de Nueva España I

Los Presidios y Sus Soldados:

Los Presidios y Sus Soldados:



Desde la segunda mitad del siglo XVI, al expandirse la colonización hacia el norte de la Nueva España y con motivo de la protección que requerían las nuevas poblaciones y los caminos para el comercio y el envío de los metales de las minas descubiertas, se vio la necesidad de crear cuerpos de soldados y fortificaciones capaces de sostener el embate de los indios bárbaros que habitaban en esas regiones.

Historia de los Presidios de Nueva España


El Virrey Enríquez de Almanza (cuarto virrey que gobernó desde 1568 a 1580) dictaminó la construcción de las fortificaciones, que alas que se denominó presidios, y estaban guarnecidas por soldados llamados "presídiales". Eran los puestos más avanzados de la colonización, donde terminaban los caminos y las poblaciones, y donde empezaba la tierra habitada por los indios bárbaros (Pimas y Seris). Estos presidios contaban con tierras, por lo cual posteriormente se formaban poblaciones y al avanzar estas, los presidios se movían más al norte. Existían además compañías volantes de soldados que recorrían los caminos, conectando de este modo las poblaciones, las minas, las rancherías, y los presidios.

Así se fundó en 1570 Jerez, Celaya, Portezuela, Ojuelas, y San Felipe; en 1573 Charcas, Fresnillo, Sombrerete, Pénjamo y Jamay; en 1575, Aguascalientes; en 1576, León, Mezcala, y Palmillas, y otros más. A finales del siglo XVII, ya había presidios en el Río Bravo e inclusive algunos puestos más avanzados, en Texas y Nuevo México. Así se formaron en Coahuila las poblaciones de Saltillo, Parras, Monclova, Múzquiz (Santa Rosa), Zaragoza (San Fernando de Austria), Guerrero (Río Grande), etc., y en Texas, San Antonio (Bejar), entre otras.


Estos presidios eran fortificaciones construidas de piedra o de adobe, o una combinación de ambos, generalmente de forma cuadrada de aprox. 120 metros. por lado, y con bastiones salientes o torres en al menos dos esquinas opuestas, donde colocaban cañones para proteger sus flancos. No eran construcciones sofisticadas puesto que no se requerían, ya que se utilizaban solamente para guarecerse de los ataques de los indios bárbaros, quienes utilizaban armas rudimentarias y no ponían en peligro la construcción. En algunas de las ruinas de los presidios que actualmente todavía existen, se puede distinguir un túnel oculto con salida hacia el abasto de agua, que utilizaban para el caso de estar asediados por los enemigos. Dentro de los presidios vivían los soldados, sus familias, sacerdotes, oficiales, y los indios incorporados como guías, y contaban con casas, almacenes, capilla, etc.

Los hubo de dos modalidades:

Plano de un presidio





Capilla del ex-presidio de Janos y restos de casas de soldados




Presidio del Pasaje en Nueva Vizcaya. Tipo A



Presidio de Janos y su superposición actual sobre el terreno. Modelo Tipo B


Expediciones, distribución y construcción de Presidios en Nueva España

Los caminos de Nueva España

En el año de 1724, Don Pedro Rivera, brigadier de los ejércitos reales, recorrió el norte de la Nueva España desde Sonora hasta Nuevo León en misión de inspección de los presidios y su funcionamiento, en un viaje de más de 12,000 kilómetros que duró 3 años y medio. En el año de 1726 llegó a Coahuila y Texas, entrando por Cuencamé hacia Saltillo, pasando por Monclova y su inspección llegó hasta Los Adaes y Espíritu Santo en Texas.
A raíz del reporte de la inspección de Don Pedro Rivera, en 1729 el Virrey Marqués de Casa Fuerte emitió un reglamento por el cual se debían regir los presidios, sus oficiales y sus soldados. Esto vino a corregir en gran medida el desorden que existía en esa época, resultado del desarrollo de los presidios con pocas directrices y de la grande distancia que existía de ellos a las poblaciones más organizadas. Este reglamento tuvo vigencia hasta 1772 cuando el Virrey Antonio María de Bucareli puso en vigor un nuevo reglamento ordenado por el rey, bajo el cual se obtuvieron mejores resultados y se llegó a tener una época de florecimiento en el norte de la Nueva España.

La expedición del Marqués de Rubí iniciada en 1766, acompañado del capitán Nicolás Lafora y el Subteniente Josep Ramón Urrutia, le dio oportunidad de hacer un recorrido por casi todos los presidios hasta entonces en funciones: “por Zacatecas se dirigió a Durango donde revistó la escuadra de diez hombres y un cabo que para protección de la ciudad proporcionaba el presidio desde Pasaje (Cuencame) luego por este mismo presidio y el de Huajoquilla llegó a Chihuahua, de aquí se trasladó a la junta de los ríos el Paso y Santa Fe de Nuevo México, a su regreso de esta provincia revistó los de San Buenaventura y Janos en Nueva Vizcaya y los seis de Sonora, cruzando luego la sierra madre por el valle de Basuchil, volvió a Nueva Vizcaya visitó los presidios de Huajoquilla, Cerro Gordo y luego los de Coahuila y Texas y el de San Saba y las guarniciones de Nuevo León...” En total, visitó veintidós presidios.

Con esta inspección se dejaron organizados los presidios de:

Janos, San Buenaventura, El Paso, Julimes, Huajoquilla, Cerro Gordo y Pasaje; es decir desparecen San Bartolomé sustituyéndose por Huajoquilla, Conchos por Julimes, Mapimi y El Gallo se eliminan por ya no ser necesarios al estar entre Cerro Gordo y Pasaje, y se refuerza el de San Buenaventura entre Janos y el Paso. En Coahuila se tenían dos, el de Monclova y San Juan Bautista del Río Grande, añadiéndose dos más, Santa Rosa del Sacramento y San Saba, que se sujetó a la provincia con más razón cuando se trasladó bajo el río Grande en 1773, con el nombre de San Vicente; en Texas se puso uno más, el de Orcoquizac, sumándose a los tres de los Adaes, San Antonio y la Bahía (ya había desaparecido el de los Tejas). Cerralvo y Cadereita se eliminaron dejando mejor fortificado Monterrey, se conservaron el de Santa Fe y en la mesa del Nayar. Para entonces, cerca de 1200 hombres componían la defensa del territorio septentrional.

Sin embargo, estos reacomodos no fueron suficientes para desalentar a los indios entre 1749 y 1763; habían causado más de ochocientas muertes, muchas minas se habían abandonado y los indios vendían ganado en Coahuila con hierros de Nueva Vizcaya; los Apaches, Natajes, Coahuiltecos y otras tribus aliadas, entraban hasta el camino real de Chihuahua con facilidad, por lo que se decidió formar una línea más estrecha que contuviera las andanzas de los indios,

Fue hasta 1768 que Don José de Gálvez pensó en una organización que no sólo fuera defensiva, sino que fomentara el crecimiento de la región, volviendo a producir las minas (incluso se hicieron folletos para integrar accionistas para el beneficio de minas en Sonora y Sinaloa), habilitando puertos (Guaymas, San Blas, Mazatlán), tratando de poblar los despoblados, como la California y Sonora y de hacer segura la crianza de ganado y las cosechas; llevando pobladores a los alrededores de los presidios y repartiendo tierras.

Los Pimas y los Seris atacaron varias veces Sonora, especialmente en las revueltas de 1740 y 1751, que produjeron grandes daños, a pesar de los presidios recién fundados. Estas campañas fueron enfriadas por Don Bernardo de Gálvez, sobrino del visitador, quien desde 1770 a 1775 realizó varias campañas de sometimiento hasta caer herido en la última de ellas, dejando el mando a Don Hugo O´Connor, y regresando a España; volvería a América como gobernador de Luisiana y Cuba, y después sería Virrey de la Nueva España. No cabe duda que el aprendizaje en la frontera novohispana le dio un gran conocimiento de la geografía y composición de las tribus que después le sería de gran utilidad en su vida pública.

Pero la importancia de estas expediciones fue el reconocimiento del territorio y de los movimientos de las tribus; las paces a veces rotas y las alianzas fueron dando el mapa “social” y la delimitación de los territorios, con lo que se pudo poner en práctica un sistema defensivo más coherente, con la realidad y con la oportunidad de producción, de acuerdo a las reformas borbónicas que impulsaban el fomento de las industrias y el poblamiento: “en todos estos cerros (Huajoquilla) hay muchas minas de plata, que no se trabajan por temor de los bárbaros” Los indios se sentían como un impedimento para el avance de los colonos y mineros, y más aun del progreso, como lo planteaban las ideas ilustradas.

Así, en 1771 con las ideas de Gálvez y otros jefes militares, se pasó al Consejo y al Rey un dictamen de reubicación de presidios, formando una”Línea o cordón de quince presidios sobre las fronteras de las Provincias Internas”. Al reducir el número de presidios, se creía reducir al erario los gastos que ocasionaban los veinticuatro existentes. Aunque esta propuesta fue la primera en plantear la nueva estrategia de ligar los presidios en forma tal que impidieran los ataques, la puesta en operación del plan tuvo que esperar unos años más. Este concepto lineal provenía de los tratados militares que explicaban la función de las trincheras o líneas de defensa que ya habían practicado en obra y teoría el Marqués de Santa Cruz de Marcenado, quien en Oran, Cerdeña y Portugal, implementó el uso de avances escalonados para acercarse a las plazas y tomar tierras en poder del enemigo.

Las Provincias internas sólo podían sostenerse con un plan de acción que combinara el poblamiento, la defensa y la producción. Hugo O´Connor dedicó la mayor parte del tiempo en que tuvo el mando de la frontera como inspector de los presidios internos (1771-1777), en garantizar estos tres determinantes; pero sólo tuvo éxito gracias al entendimiento que tuvo con el Virrey Bucareli.

Fue hasta 1772 en que gracias a los esfuerzos de varias expediciones, y especialmente a lo aportado por Rubí y los planos de Lafora, se publicó en Madrid el “Reglamento e instrucción para los presidios que se han de formar en la línea de frontera de la Nueva España, resuelto por el rey nuestro señor en cédula de 10 de septiembre de 1772”. Con esto se moverían los presidios para ubicarlos más o menos en una línea continua, desde las costas del mar de Cortés hasta el golfo de México, liberando todos los movimientos rebeldes al sur de la línea e impidiendo el paso de ataques apaches desde el norte; el proyecto contemplaba que los presidios deberían quedar a unas cuarenta leguas uno de otro.

Este nuevo reglamento tomó muchas de las recomendaciones que el Marqués de Rubí hizo después de su visita de inspección a las Provincias Internas llevando como ingenieros Reales al Capitan Nicolás La Fora y al Subteniente Josep Urrutia de la Casa, pensando ya no solamente en la defensa contra los indios bárbaros que seguían azotando las poblaciones y los caminos, sino las incursiones de los rusos en el poniente en busca de las plantaciones de caña de tinte, o de los franceses y los Ingleses en el oriente.



Manuscrito que contiene Dictamen del marqués de Rubí sobre los presidios de las fronteras internas de la Nueva España, dirigido a Julián de Arriaga: Barcelona, 23 mayo 1772.




Manuscrito que contiene Reglamento e instrucción para los presidios que se han de formar en la línea de fronteras de la Nueva España; resuelto por el rey: San Ildefonso [España], 10 septiembre 1772.


El reglamento de 1772 dispuso una nueva distribución de los presidios a lo largo de la frontera norte, formando una línea de defensa contra los indios y extranjeros. Esta línea constaba de trece presidios, más dos en avanzada hacia el norte(los de Santa Fe en Nuevo México, y San Antonio del Bejar en Texas). Los presidios mantenían un correo mensual entre ellos. Bajo este contexto se formó una casta de hombres muy especiales, que fue la de los soldados presidiales.

Los soldados presidiales, una casta muy especial de hombres:


Soldado Presidial del siglo XVIII








Soldado de Curea de 1790


El reclutamiento de los soldados presidiales se hacía con gentes de la región. Nacidos en los desiertos y montañas del norte, criados bajo el constante peligro en que los ponían los indios bárbaros que infestaban esas provincias, siempre expuestos al extremoso clima, acostumbrados a grandes jornadas y fatigas, los soldados presidiales poseían características fundamentales para su sobrevivencia y para el combate contra los indios que los soldados regulares de otras partes no tenían.


El uniforme que utilizaban estaba mandado por el reglamento de 1772, que decía: "El vestuario de los soldados de presidio ha de ser uniforme en todos, y constará de una chupa corta de tripe, o paño azul, con una pequeña vuelta y collarín encarnado, calzón de tripe azul, capa de paño del mismo color, cartuchera, cuera y bandolera de gamuza, en la forma que actualmente las usan, y en la bandolera bordado el nombre del presidio, para que se distingan unos de otros, corbatín negro, sombrero, zapatos, y botines. Por la utilización de la cuera como uniforme, se les conoció también con el nombre soldados de cuera o dragones de cuera. Esta era un abrigo largo sin mangas, constituido por hasta siete capas de piel, resistente a las flechas de los indios enemigos, que sustituyó a las corazas metálicas de la conquista. Al principio solo eran utilizadas por los oficiales, pero dado a su eficacia su uso se extendió a toda la tropa, llegando a ser parte del uniforme reglamentario. Como su peso llegaba a ser hasta de 10 kg., con el tiempo, el largo de la cuera que llegaba casi hasta las rodillas, se fue acortando hasta que al fines del siglo XVIII y durante el XIX llegaba solo a la cintura a modo de chaquetón. Generalmente era color blanco con el escudo Español bordado en las bolsas. También se utilizó color piel (café).

Las armas que el mismo reglamento de 1772 mandaba, eran una espada ancha, lanza, adarga, escopeta y pistolas, además el soldado debía contar con seis caballos, un potro y una mula.


La adarga era un escudo en forma de dos círculos traslapados fabricado de piel, capaz de contener las flechas y los golpes de los indios. En su lugar se podía utilizar la rodela, también de piel, pero de forma circular. Tenían el escudo de España dibujado.
El armamento utilizado por los soldados de presidiales durante los siglos XVIII y XIX ha sido tema de largas discusiones de los historiadores porque algunos lo consideran anticuado para la época, cuando las milicias en Europa ya utilizaban primordialmente las armas de fuego, y la lanza y el escudo prácticamente ya no formaban parte de su armamento. Sin embargo, las armas de fuego eran útiles solamente cuando el enemigo presentaba un grupo compacto y daba oportunidad al lento proceso de recargarlas (en el tiempo que el soldado recargaba su escopeta, el indio podía lanzar varias flechas con su arco), pero los indios, conocedores de las limitaciones de las armas de fuego, atacaban muy dispersos y desplegaban velocidad en sus acercamientos,por lo que frecuentemente se llegaba a la lucha cuerpo a cuerpo. Entonces la lanza, la espada y la adarga (o rodela) eran más eficaces. En algunas ocasiones los mismos soldados utilizaron el arco y la flecha.


Soldado de Presidio a caballo y su equipo


Su grito de guerra al empezar un combate era "Santiago, y a ellos".

La bandera más utilizada en Coahuila por los soldados presidiales fue la Cruz de Borgoña.




Fueron leales al Rey, combatieron las incursiones de los franceses, los anglos y los rusos, y su lealtad los llevó a combatir también contra los insurgentes. Participaron relevantemente en el prendimiento del cura Don Miguel Hidalgo en Bajan, en una época en que por varios años habían estado combatiendo con mucho éxito las incursiones de intrusos extranjeros en Texas.

Estos hombres, junto con los indios y los misioneros, tuvieron parte muy relevante en la formación y desarrollo del estado de Coahuila (y Texas), y son muchas las familias actuales que descienden de ellos. En los manuscritos de relatos de los siglos pasados se pueden encontrar los apellidos Ramón, Galán, Villarreal, Menchaca, Elizondo, Valdés, Garza, Múzquiz, Maldonado, Rodríguez, Gutiérrez, Burciaga, Cadena, Flores, Fuentes, Siller, Orozco, Delgado, etc., etc., que son muy comunes en la región.


Reconocimientos a los Esfuerzos realizados

El general Don Vicente Filisola, participante en la campaña de Texas en el siglo XIX, comenta en su libro "La guerra de Texas" que el general Santa Ana en su paso por Monclova hacia Texas, erróneamente no aceptó las recomendaciones de sus subalternos con respecto a la conveniencia de incluir en sus tropas a soldados presidiales.
“En atención a que esta clase de tropa era la más útil que podía encontrarse para transitar aquellos desiertos países porque los conocen a palmos, y además de ser tan valientes para batirse como cualquiera otra buena tropa, tienen otras muchas circunstancias apreciabilísimas que adquieren desde la niñez y de hacer correrías continuas para defender las fronteras y para perseguir a los bárbaros que las hostilizan. Así es que saben distinguir toda clase de huellas, los días que tienen de impresas y las señas y humaredas que por su número, posición y distribución en los lugares altos y bajos, en cuadros, triángulos, grupos, etc. sirven de medios de inteligencia a los mismos enemigos, y así mismo conocen las señales del tiempo, el cambio de temperatura y las horas de la noche por el curso de las estrellas. Son excelentes tiradores, jinetes, y nadadores, incansables en las fatigas, extraordinariamente sobrios, cuidadores admirables de toda clase de animales, cautos contra todas asechanzas de los bárbaros, buenos bogadores, canoeros, utilísimos para el manejo de las carretas y mulas de carga, para la matanza de reses, y sin iguales para guías y correos en aquellos desiertos y veredas que nadie entiende ni conoce como ellos.”

En 1785, el Virrey de Gálvez también distinguía a los soldados presidiales de los regulares:

“Los soldados presidiales son del país, más aptos que el Europeo para esa guerra, siendo preocupación de estos últimos creer que a los Americanos les falta el espíritu y la generosidad para las armas, atendiendo a que en todas las épocas y naciones la guerra ha hecho valientes y la inacción cobardes. Y si es esta una verdad inconstratable, es precisa consecuencia que deben ser fuertes y aguerridos unos hombres que nacen y se crían en medio de los peligros.
No son menos bravos los criollos de tierra-adentro que los indios con que pelean, pero las circunstancias que los acompañan no son tan favorables, su ligereza y agilidad a caballo grande (respecto a la de los Europeos), es perezosa comparada a la de los indios, y nuestra religión que pide otras justas atenciones en la muerte, no permite en los últimos instantes aquellas apariencias de generosidad con que mueren ellos; pues los apaches ríen y cantan en los últimos momentos para adquirir su mentida gloria, y nosotros aspiramos a la verdadera por medio del llanto y el arrepentimiento resultando que al paso que a ellos se animan y se envidian, los nuestros se abaten y se entristecen. Tampoco pueden nuestros soldados sufrir la sed y el hambre con la misma constancia del indio, ni resistir con la misma indolencia la intemperie porque el distinto resguardo con que se crían los hace más sensibles y delicados.
Las funciones que cumplían eran muchas: Protegían las misiones, las poblaciones y los caminos, escoltaban las caravanas de provisiones y el correo, cuidaban las manadas de caballada con que los presidios contaban, patrullaban por las grandes extensiones en busca de rastros de indios hostiles, etc. Además, los soldados presidiales recibían merced de tierras para cultivo y ganadería, que los ayudaba a su sustento. De todas las anteriores, la función más relevante y que fue su razón de existir, fue la del combate a los indios. Los indios a que los soldados presidiales se enfrentaban no eran como los que enfrentó Cortés. Los aztecas eran sedentarios y tenían un régimen político gobernado por un rey. Con el dominio de ese régimen en la guerra de conquista, se logró el dominio de todos los indios del centro de México. Los indios del norte eran nómadas y no tenían un jefe común. Los soldados presidiales se enfrentaban a muchos grupos con jefes distintos que se movían por todo el territorio. Había que dominarlos a todos para lograr la pacificación de las provincias. Además, esos indios tenían un carácter difícil y eran muy violentos. Los que más problemas causaron fueron los terribles apaches.”


Diferentes etapas en las líneas defensivas de los Presidios de Nueva España:



Presidios Centralizados entre 1680- 1770




Línea de Presidios entre 1770-1780








Red de Presidios de 1780 en adelante





3 comentarios:

Unknown dijo...

encontré un original de don josef antonio caballero campo y herrera de la compañia presidial aguaverde en Coahuila méxico, si puede enviarme correo para enviarlo si tiene interes, es de 1802 y asigna un sueldo por prestacion de servicios a miguel gutierrez, a ver que opinion tiene, porque viene junto con escrituras que desconozco de esos años

Unknown dijo...

Hola, hace 5 años adquieimos una propiedad con un casco antiguo que estoy casi segura se trata del presidio de Mezcala. El lugar esta sobre el Camino Real de Tierra Adentro y se encuentra dentro de los sitios reconocidos por la UNESCO como patrimonio, sin embargo nadie nos a podido dar datos certeros de la propiedad, es por eso que me gustaría estar en contacto con usted ya que creo que tenemos un tesoro en nuestras manos del cual conocemos poco. Mi mail es: ximenacp1982@gmail.com

Santiago dijo...

voy a comprarme el libro en donde cuenta toda a historia entera, aprovecho que saque pasajes a san francisco para leer en las 12 horas de vuelo.
resulta interesante el relato de estos caballeros de tantos años atrás